domingo, 25 de octubre de 2015

DOMINGO XXX, T.O. (B)


-“Jesús le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”
-Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
-¿Qué vamos a pedir a Jesús  esta mañana  y en esta eucaristía?
-Según sea  la petición que espontáneamente nos sale del alma, quedará retratada en ella la calidad de nuestra fe y de nuestra situación humana y espiritual. “¿Qué quieres que haga por ti?”  ¿Qué nos sale pedirle ahora al Señor?
-El ciego del relato de Marcos le pidió ver: “Maestro, que pueda ver”. Es lógico, el ciego no ve y le pide a Jesús que pueda ver. Y Jesús le devuelve la vista física. Pero en el conjunto del relato y en su mensaje completo, el evangelista Marcos nos  dice más: En este evangelio no está en juego únicamente la luz de los ojos, sino también la luz de la fe. El ciego recobra la vista física y también descubre la verdad de Jesús; el ciego ve que Jesús es el Maestro, Hijo de Dios y Salvador. Ha descubierto la verdad de Jesús y le sigue y se hace discípulo.
-Este evangelio nos invita a creer en Jesús, a pedir la luz de la fe, a pedirle a Jesús que “aumente nuestra fe” y que cure nuestra ceguera.
-La fe es luz,luz que nos permite ver en la realidad algo que sin fe no se ve. La fe es luz y gracia de Dios que nos permite ver la realidad con los ojos de Cristo.
Ante la pregunta de Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?”. No sé qué le vais a pedir. Pero creo que lo que más necesitamos, lo mejor que podemos pedir,  es el don de la fe. Para descubrir de verdad a Cristo, para entender y amar la grandeza, la bondad, la necesidad y la belleza de su mensaje, para saber la mejor respuesta a los grandes interrogantes de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué sentido tiene la vida, el dolor, la muerte? ¿A dónde vamos?  Lo que me pasa cada día, bueno y la malo, lo que me hace feliz y lo que me desconcierta, desde Jesús y a la luz de la fe puedo encontrarle un sentido y puedo  recibir fuerza, temple y esperanza para seguir luchando por la felicidad mía y la de mis prójimos.
Permitidme que aluda a dos hechos actuales sobre los cuales haríamos bien en proyectar la luz de Cristo y de su doctrina: El drama de los refugiados y de los emigrantes. El problema es muy complejo. Pero el primer enfoque y el último también, si somos creyentes, es traer a nuestra memoria las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis”.
Y otro acontecimiento que hoy hemos de tener muy presente: el Sínodo de la familia cuya clausura se estará ahora mismos celebrando en Roma.En medio del maremágnum en que se encuentra hoy la institución familiar: desprotegida de normas, menospreciada por unos, atacada por otros, la luz de la fe nos lleva a ser, con más entereza y claridad que nunca,testigos y propagadores del proyecto de Dios y de Jesucristo sobre el matrimonio, la familia, el amor y la vida.
Luego, antes de comulgar, os  diré desde el altar: “Este es el Cordero de Dios”. Y todos dejaremos que resuene en los oídos la pregunta de Jesús hoy: -“¿Qué quieres que haga por ti?” Y nosotros le diremos: “Señor, que vea”: Creo en ti.