domingo, 11 de octubre de 2015

DOMINGO XXVIII, T.O. (B)

 
“Maestro bueno, ¿Qué tengo que hacer para  heredar la vida eterna?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Parece una buena persona este hombre interesado por alcanzar la vida eterna. No se conforma con cualquier vida, desea la vida eterna. Vida eterna quiere decir vida plena, vida verdadera; y quiere decir, también, vida que no se acaba, que no muere. Este hombre, sabe descubrir dentro de sí mismo el anhelo de plenitud y de infinito que hay en el corazón humano, y no lo olvida. Como ocurre ahora a tanta gente, que no se pregunta por nada, se auto-engaña e intenta conformarse diciéndose que después de la muerte no hay nada.

Este hombre del evangelio, además, guarda los mandamientos: No mata, no roba, no comete adulterio, no estafa, cumple con sus padres. ¿Qué más se le puede pedir? Pero él quiere más,  tiene sed de infinito, desea vida eterna.

A este hombre Jesucristo lo mira con cariño, le dirige una mirada de amor. Y le invita a un género de vida que le va a colmar todo sus deseos.

-“Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”.

-Lo más importante de esta respuesta de Jesús es la frase final: “¡Sígueme!”. Seguir a Jesús satisface plenamente el deseo de vida eterna. Porque Jesús es la perla encontrada por la que merece vender todo para comprarla, es el tesoro que se disfruta en el cielo, Jesús responde a la vocación íntima y verdadera del corazón humano.

-“El hombre se marchó triste, porque era muy rico”.

Queridos hermanos: el dinero, las riquezas materiales, no son una ventaja, son un peligro, para la verdadera felicidad. Y no es porque las riquezas sean malas, son buenas y útiles, sino porque el corazón humano, que siente sed de infinito y de eternidad, está enfermo por el pecado y siente también una inclinación casi irresistible por el dinero, hasta convertirlo en dios, en un ídolo que domina la vida.

-“Hijos, nos dice hoy Jesús a todos, hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero. Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja…”

-Así piensa Jesús sobre el dinero. Pero esto no es todo: Cuando los discípulos le dicen: “Entonces, ¿quién puede salvarse”  ( como diciendo: aquí no se salva nadie), Jesús responde: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Quiere decirnos: “Yo os traigo la gracia y la fuerza de Dios. Si creéis en mí, si estáis conmigo en todo, yo os doy la fuerza suficiente para dominar y administrar bien la codicia de riquezas y la inclinación del corazón a convertir el dinero en un dios ciego e insaciable.

Esta es la manera de pensar que tiene Jesús sobre el dinero y las riquezas, y así deberíamos pensar también todos los seguidores de Jesús.

-“Ya ves que nosotros le hemos dejado todo y te hemos seguido”.

Vosotras, queridas hermanas benedictinas, habéis dejado casa, padres, hermanos, hermanas y bienes… Habéis encontrado la perla preciosa, que es Cristo, y habéis vendido todo para comprarla. Sois el testimonio fehaciente de que Cristo da fuerza y libertad para no dejarse dominar por las riquezas ni por dinero.

Para los seglares, en parte es diferente, y lo tiene quizás más difícil. Porque tienen que manejar dinero, pero sin mancharse las manos. Pero ellos, como vosotras y todos, tenemos que seguir a Cristo y desde Cristo adquirir dominio y libertad para que el dinero no se convierta en un ídolo, sino en un bien  para repartir y compartir y dar lugar a un mundo  más justo y solidario.