domingo, 18 de octubre de 2015

DOMINGO XXIX T.O. (B) DOMUND


“Misioneros de la misericordia”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
En  este domingo otoñal celebramos el DOMUND, domingo mundial por la misiones. El lema de este año: “Misioneros de la misericordia”. Todos tenemos que ser misioneros de la misericordia.
Pero de manera especial son los misioneros y misioneras católicos los más esforzados misioneros de la misericordia. Nuestro papa Francisco ha dicho: “Jesucristo es el rostro de la Misericordia del Padre Dios”. Y ellos anuncian el evangelio de Jesucristo.
En la Iglesia católica son más de trece mil los misioneros y misioneras españoles por el mundo. Navarros son unos ochocientos. Ellos han ido a las periferias del mundo, aún antes que el papa Francisco lanzara esta consigna. Ellos y ellas hacen una labor, reconocida por creyentes y no creyentes, de ayuda y de promoción humana en los lugares más pobres y marginados de la tierra; ellos, además, anuncian a Jesucristo y su evangelio. Y todo de la mejor manera, de la más convincente, porque ejercen su labor con el testimonio coherente  de su propia vida: Han dejado casa, padres, hermanos y hermanas, y se han puesto los últimos a los pies de los más necesitados para servirles.
Tal como hemos escuchado en el evangelio de hoy: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. ¡Qué contraste! Jesús acaba de anunciar que va a Jerusalén donde “va ser triturado con el sufrimiento, y entregar la vida como expiación”, y los Cebedeos pidiéndole los puestos de primeros ministros en el futuro reino.
Nosotros también somos cristianos y queremos ser seguidores de Jesús; y también sentimos la tentación del poder. A diario nos vienen noticias del mundo del dinero, de la política y de otros estratos sociales sobre los abusos  de poder, y de las víctimas  y los desastres que causan.
Nosotros, en pequeña escala, también podemos dejarnos llevar de la tentación del poder: en el mundo eclesiástico, en el matrimonio y en la familia, y dentro mismo de la comunidad religiosa. Pensamos que si tenemos poder podemos hacer las cosas mejor. Y sin darnos cuenta, o a sabiendas, atropellamos a nuestro prójimo y no respetamos  sus derechos, su punto de vista y sus cualidades.
Por eso Jesús propone una catequesis, que a todos nos viene muy bien escuchar y poner en práctica: “Sabéis que los que son reconocidos como Jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Estas breves palabras son una verdadera alternativa a la lógica del mundo y a los valores que funcionan y se imponen en la sociedad. Jesús cree en la fuerza humanizadora del servicio por amor. Jesús cree además en el testimonio de vida como  el mejor modo para propagar esta fuerza transformadora de la sociedad que es el  servir a los últimos.
Por eso él va delante y dice: “Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Nuestros misioneros y misioneras siguen el ejemplo de Jesús. Ellos han elegido libremente y por vocación el servicio humilde y desinteresado.
Ellos nos dan ejemplo. Sin pretenderlo ellos son un modelo y un proyecto de vida enormemente valioso que debe hacer pensar a los jóvenes y a las jóvenes a la hora de encauzar su vida en esta sociedad que invita a tantas opciones  y ofrece tan pocas oportunidades.
Ellos, que nos dan tanto, hoy nos piden ayuda económica y espiritual.
Nos podemos despedir con unas palabras de la Madre Teresa de Calcuta: Soy la mujer más feliz de la tierra sirviendo a los miserables. Sólo me duele su dolor”.