domingo, 2 de julio de 2023

DOMINGO XIII, T.O. (A)

-Textos:

            -2 Re 4, 8-11. 14-16ª

            -Sal 88, 2-3, 16-17. 18-19

            -Ro 6, 3-4. 8-11

            -Mt  10, 37-42

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi”   “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

La primera afirmación que escuchamos de labios de Jesús es una afirmación atrevida y casi escandalosa. No tenemos que anteponer nada a él, a Cristo Jesús. Jesús primero y sobre todo lo que pretenda desplazar a Jesús de la primacía.

Los cristianos no creemos en un libro, o en una doctrina. Creemos en una persona. Que es Cristo Jesús el Hijo de Dios.

No es que tengamos que rechazar el afecto a la familia, o que Jesús en este párrafo esté suprimiendo el cuarto mandamiento. Ni nos esté invitando a descuidar la defensa de nuestra vida. Pero sí tenemos que subordinarlo todo  al seguimiento de Jesucristo, que es Hijo de Dios. Los demás valores positivos de la vida son penúltimos, y subordinados. En tanto en cuanto nos ayudan a seguir a Jesús.

Cuando tengamos que optar entre nuestra fidelidad a Cristo y la incomprensión o hasta persecuciones familiares y sociales, tendremos que optar claramente por Cristo, como lo han hecho tantos mártires y santos cristianos de  todos los tiempos.

No caben ni cristianismo “light” ni medias tintas, ni componendas… Nos dice que tenemos que tomar la cruz y seguirle. ¿Por qué tanta exigencia? ¿Cómo se atreve a pedirnos tanto? Porque él que nos ama hasta el extremo de dar la vida, nos da a los discípulos su Espíritu, el Espíritu Santo, para que podamos amar con un amor semejante al suyo.

La cuestión no está en las exigencias tan duras, sino en el amor  que nos provoca, nos ofrece y nos da. No nos pide nada imposible, porque  nos ofrece todo lo necesario para que podamos hacer lo que nos pide. En nuestra iglesia cristiana y católica se encuentran las fuentes de la gracia, los sacramentos y otros medios, que nos hacen posible amar como Jesús nos ama y hacer  lo que Jesús ha hecho.

Permitidme, para terminar, aludir a otra frase de Jesús en este evangelio: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí… “. Y relacionarla con otra frase de la primera lectura: “Construyamos en la terraza una pequeña  habitación y pongamos en ella una cama, una mesa y una silla”.

Es claramente una invitación a la hospitalidad, que bien la podemos aplicar a estos días de Sanfermines, a los huéspedes que nos visitan en el verano,  y en cualquier tiempo del año.

Recordemos la parábola de Jesús: El grupo de los buenos preguntan al Señor: “Señor, ¿Cuándo te vimos  forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? El Señor responde: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Vosotras, hermanas, sabéis muy bien lo que dice San Benito en la Regla: “Recibir al huésped como a Cristo”.

Ya tenemos la consigna para los sanfermines y para toda  nuestra vida.