sábado, 1 de enero de 2022

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

-Textos:

         -Nú 6, 22-27

         -Sal 66, 2-3. 5. 6- y 8

         -Ga 4, 4-7

         -Lc 2, 16-21

“Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer”.

Uno de Enero del 2022: queridas hermanas y queridos hermanos todos:

Hoy, primer día del año celebramos la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Sí, también madre nuestra del cielo, pero principalmente Madre de Dios.

Mucha gente aún estarán desperezándose, algunos se habrán despertado y pensarán: “Un nuevo año, ¿será el año en que termina la pandemia? ¿Me irá mejor la salud, y el trabajo y la familia? ¿Y en la sociedad tendremos más tranquilidad y prosperidad? Y  ahí quedará todo; en ese pensamiento o en esos deseos vagos.

Pero los que tenemos la gracia de comenzar el año con la celebración de la eucaristía, nos  encontramos con la espléndida sorpresa de la fiesta de Santa María Madre de Dios.

El título  más grande que tiene la Virgen María, nuestra Madre del cielo. Es el título, fuente y fundamento de todos los demás títulos que adornan su persona y el misterio que la envuelve.

Porque María iba a ser y es, Madre de Dios fue inmaculada y sin mancha de pecado desde su concepción; porque iba a ser y es, Madre de Dios, fue declarada por su mismo Hijo en la cruz, Madre nuestra y de todos los hombres; porque es Madre de Dios fue ascendida a los cielos y coronada Reina. Porque es Madre de Dios, nosotros  los hijos de Dios por el bautismo, la reconocemos como Madre nuestra y Madre de la Iglesia.

Toda la grandeza que adorna la persona y el misterio de María proviene del milagro de Dios, que decidió encarnase y hacerse hombre en su Hijo, y quiso también nacer como hombre de una mujer.

Y porque quiso y podía hacerlo, derramó toda la sabiduría y todo el amor de su corazón en enriquecer a su madre con todas las prendas de virtud, de belleza, de verdad y de santidad que pueden caber en una criatura humana, en una mujer.

Hoy es un día, para mirar a la Virgen, y contemplarla. Escoger una imagen, la que más nos agrada y la que hemos mirado muchas veces a lo largo de nuestra vida.

Pero mejor, en silencio, en fe y en oración, traer a la memoria todo lo que de María nos dice la palabra de Dios, la que hoy hemos escuchado en la eucaristía. Y con la humildad y la sencillez de los pastores, pasar y pasear nuestra mirada creyente, de Jesús a María y de María a Jesús; y dar lugar a que nuestro corazón se impregne de una fe, un amor y una esperanza profundas, imborrables, para todo el año y para toda la vida.

Empecemos bien el año nuevo, atendamos a lo esencial.

La Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos invita al mejor de los banquetes, la eucaristía, y al más dulce de los dulces, disfrutar, en oración, de la nuestra Madre del cielo, la Madre de Dios.