domingo, 4 de julio de 2021

DOMINGO XIV T. O. (B)

-Textos:

            -Ez 2, 2-5

            -Sal 122, 1b-4

            -2 Co 12, 7b-10

            -Mc 6, 1-6

Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando”.

Todos nos sentimos ya envueltos en el ambiente del verano.

Este tiempo y las vacaciones posibles más o menos largas, nos hacen pensar y hablar de viajar, hacer visitas y participar en encuentros. En una palabra un ambiente propicio para multiplicar nuestras relaciones personales.

El evangelio nos dice que Jesús fue a Nazaret, donde había pasado su infancia y su juventud.

Jesús había comenzado una nueva vida, ya no era el carpintero o instalador que había sido, ahora ya llevaba un tiempo anunciando el Reino de Dios, según la voluntad de su Padre.

 Pero sus paisanos no está preparados ni dispuestos a creer que Jesús, hijo de María y José, artesano de mantenimiento pudiera ser, nada más  ni nada menos que el Mesías prometido y enviado por Dios para salvar a Israel. “Y se escandalizaban de él”.

Y Jesús, entre los suyos, no pudo hacer milagros ni anunciar el Reino de Dios. Jesús se quedó sorprendido de la falta de fe de los de su pueblo. En el fondo se quedó decepcionado. Pero por eso no le impidió seguir adelante en su misión. Y ante los suyos hablo con sinceridad, con claridad y con verdad.

Una enseñanza y un propósito sencillo podemos sacar de este suceso vivido por Jesús siempre y con todos, en invierno y en verano, sencillos, sinceros y verdaderos. En cualquier tema  que se presenta,  también en el tema religioso.

Es cierto que el tema de nuestras convicciones religiosas es muy personal e íntimo, pero también tiene unas manifestaciones públicas y externas, que no debemos ocultar, ni dejar de practicarlas. Con la misma libertad que otros dicen no creer o haber abandonado sus prácticas religiosas, y que incluso dan razones para justificar su increencia, nosotros podemos con buenas maneras declarar que somos creyentes, y decir con respeto pero con claridad nuestra manera de pensar y de vivir la fe que tenemos, y los criterios de moral que tratamos de practicar.

La fe y la moral cristiana son algo muy personal, pero en muchas ocasiones puede ser con todo derecho manifestaciones libres y públicas. Y expresarlas con libertad y respeto a los demás es una misión y una responsabilidad que tenemos como cristianos.

Jesús fue muy libre entre sus paisanos y, aunque lo sintió mucho, no tuvo reparo en mostrarse como su Padre Dios, le había mandado.