domingo, 6 de junio de 2021

DOMINGO DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE CRISTO

-Textos:

            -Ex 24, 3-8

            -Sal 115, 12-13. 15-18

            -Heb 9, 11-15

            -Mc 14, 12-16. 22-26

 “Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza que es demarrada por muchos”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Domingo del “Corpus Christi”, del Cuerpo y de la Sangre del Señor, y “Día de la Caridad”.

El evangelio de Marcos, que acabamos de escuchar, destaca principalmente dos aspectos de la eucaristía: La eucaristía es una comida, una cena: “¿Dónde quieres  que vayamos a preparar la cena de Pascua?”, preguntan los discípulos a Jesús. Y, segundo, en la eucaristía Jesucristo está dándose, entregándose: “Esta es mi sangre de la alianza, que se derrama por muchos”.

Porque la eucaristía es comida pascual en torno a Jesús, la eucaristía crea comunidad, comunión y fraternidad. La eucaristía es exigencia de comunión y fraternidad. Lo dice de manera muy convincente San Pablo: “El  cáliz de bendición  que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno y así, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan”.

Y porque la eucaristía es presencia real de Cristo resucitado en acto de donación y entrega, la eucaristía genera en quienes participamos y comulgamos un dinamismo interior que nos impulsa a darnos y entregarnos a los demás. Sobre todo a los más necesitados. Es impensable y es pura contradicción comulgar con Cristo que da la vida por nosotros, y seguir nosotros cerrados en el individualismo, en el egocentrismo y en nuestra posición privilegiada.

Es fácil comprender por qué  la Iglesia española y la institución de Caritas han escogido esta fiesta del  “Corpus Christi” como Día de la Caridad. Día especialmente indicado para que los cristianos tomemos conciencia de que participar en la eucaristía implica el deber de contribuir de manera efectiva a ayudar al prójimo necesitado, que, debido a la pandemia o a otras circunstancias, vive en unas condiciones de vida que no corresponden a su dignidad humana.

En una Carta de presentación de la Jornada de Caritas, los obispos españoles nos preguntan: ¿Cómo vivir la eucaristía sin estar cerca de aquellos hermanos nuestros, pobres, hambrientos sedientos, perseguidos o encarcelados con quienes Cristo se identifica?

Recordamos todos aquellas palabras de S. Pablo a los Corintios: “Así, cuando os reunís en comunidad, eso nos es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre el otro está borracho”.

Hoy, queridos hermanos, fiesta del Corpus Christi y Día de la Caridad, al adorar al Santísimo en la Eucaristía nos adentramos en un dinamismo de acción de gracias a Dios y de adoración por el milagro de la presencia real de Jesucristo humilde, cercano y accesible a nosotros. Pero también nos adentramos en la responsabilidad de ser coherentes con un amor solidario al hermano, sobre todo, al hermano pobre, indigente y marginado.

Comulgar con Jesucristo implica comulgar con todos por quienes Cristo ha dado la vida.