domingo, 21 de octubre de 2018

DOMINGO XXIX T.O. (B) DOMUND


-Textos:
  
       -Is 53, 10-11
       -Sal 32, 4-5.18-22
       -Heb 4, 14-16
       -Mc 10, 35-45

Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”

Queridas hermanas benedictinas, queridos hermanos todos, los habituales a esta misa conventual y a todos amigos del monasterio, que hoy habéis venido para acompañar a la hermana Goretti y a rezar por su madre, Francisca, fallecida recientemente:

Coinciden en esta eucaristía varios motivos: Hoy es domingo, es domingo del Domund, y para nosotros particularmente, es una eucaristía en sufragio por la madre de Goretti.

Queremos partir de las palabras de Jesús al final del evangelio:
Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”

Que contraste tan radical entre la manera de pensar de los hijos del Zebedeo y la manera de pensar de Jesús: Santiago y Juan: “Concédenos sentarnos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Gloria, poder, primeros puestos. Ante esta propuesta Jesucristo da una catequesis admirable, que además, define la esencia misma del espíritu propio de la comunidad de Jesús: “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Y se pone como ejemplo: “Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Todos nosotros quedamos interpelados esta mañana por esta reveladora catequesis de Jesús: La escala de valores que ofrece es realmente un revulsivo para la manera de pensar, y de funcionar de esta sociedad en que vivimos.

Y nos preguntamos, ¿por qué servir, y no, lo que parece más humano, intentar realizarnos como personas? El secreto del servicio cristiano está en el amor. Servir, obligado y por sometimiento, humilla, servir, por amor y libremente, dignifica a la persona que sirve y también al prójimo al que servimos.

Una madre de familia, las madres, son ejemplo y testimonio de la enseñanza de Jesús. La madre de Goretti, Francisca, diez hijos; qué no habrá hecho, de trabajo, de servicio, de perder el sueño y de madrugar; de disimular su cansancio y quedarse en segundo y en último lugar; como tantas madres. Y lejos de sentirse humillada, se ha sentido feliz y contenta, viendo cómo los hijos e hijas crecían y se hacían personas; acariciándolos cuando salían para abrirse paso en el mundo o a realizar su vocación, y multiplicándose en el trabajo cuando volvían a casa y había que preparar la mesa y la casa para que toda la familia se sintiera feliz. Ella sirviendo a todos, sí, y feliz, porque amaba y se sentía amada.

Ella, como tantas madres, sirviendo por amor, ha seguido a Jesús. El amor que emana de las enseñanzas y del ejemplo que nos da Jesucristo es también el secreto que da sentido y hace posible el mensaje que nos dice hoy el DOMUND: ¡Cambia el mundo!

El mensaje nos dice: El mundo debe cambiar, y si el mundo debe cambiar, arrima tú el hombro, pon tu grano de arena y cambia este mundo”.

Pero, hermanos: ¿cómo cambiar el mundo? ¿Qué podemos, qué puedo hacer para cambiarlo? La respuesta la encontramos en Jesús: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en rescate por todos”.

Ama y sirve, como sirve una madre, como sirven los misioneros y las misioneras, y voluntarios y voluntarias, que van a los últimos rincones del mundo para alimentar, educar y evangelizar a prójimos suyos y nuestros, necesitados, marginados y también explotados.

Hermanas y hermanos todos: En el momento solemne de la consagración el sacerdote va a decir: “Este es el cáliz de mi sangre, que se entrega por vosotros y por muchos, para el perdón de los pecados”. El servir por amor cambia el mundo.