domingo, 1 de octubre de 2017

DOMINGO XXVI, T.O. (A)

-Textos:

       -Ez 18, 25-28
       -Sal 24, 4-9
       -Fi 2, 1-11
       -Mt 21, 28-32

¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

¿Estamos convencidos, queridos hermanos, de que en hacer la voluntad de Dios esta nuestra felicidad y el éxito de nuestra vida? Y ¿cuál es la voluntad de Dios, me diréis enseguida? -La voluntad de Dios es que vayamos a trabajar a la viña, es decir, al mundo: que creamos en Jesucristo y que continuemos su labor de anunciar el Reino de Dios.

En los tiempos de Jesús los sacerdotes y los ancianos del pueblo de Israel cumplía con la ley, iban al templo, eran piadosos y estaban satisfechos con eso. No creían que Dios les pidiera más. Por eso no se plantean creer en Jesús, como el verdadero Mesías enviado por Dios, incluso, se escandalizan de él, porque alterna con la gente marginada, los pobres, los pecadores, los que no frecuentan el templo. Los sacerdotes y ancianos del templo dijeron sí a la letra de la ley antigua, pero, luego dijeron no a lo que la ley antigua anunciaba: El Reino de Dios y Jesucristo.

¿Cuál es la voluntad de Dios hoy y para nosotros? ¿Qué nos pide Jesucristo? ¿Qué responsabilidad, como cristianos e hijos de Dos, nos incumbe hoy a nosotros, en esta sociedad?

Escuchemos a san Pablo en la segunda lectura: “Si queréis darme el consuelo de Cristo…., manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por envidia ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás…”.

Y considerad la razón que da san Pablo para que nosotros, los cristianos, que decimos seguir a Jesús, podamos dar, en el mundo de hoy, un testimonio como el que nos indica san Pablo: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús: El cuál, siendo de condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango…”

Hermanos todos: -“¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Somos nosotros el hijo que dice que “si” a Dios, pero luego se queda en la poltrona tranquilo, viviendo un cristianismo cómodo, el que se lleva, -¿para qué llamar la atención: con una vela a Dios, cuando voy a misa, y con otra al diablo, cuando me divierto, o trato de ganar dinero, de vestir, o de alternar con la cuadrilla y los amigos?

O somos de aquellos que hasta un momento de la vida hemos dicho a Dios que no, que es muy complicado todo lo de Jesús, lo del evangelio y lo de la Iglesia, pero al fin nos hemos rendido, y nos quedamos con Jesucristo, el evangelio, las bienaventuranzas, los pobres y marginados, ancianos, enfermos, débiles... Para que en medio de esta sociedad seamos testigos creíbles de Jesucristo, anunciemos que Dios es Padre de justicia, de misericordia y de amor, y que ha decidido hacerse hombre para crear un mundo nuevo, una sociedad distinta, donde reine la justicia, la paz y la libertad.