domingo, 17 de julio de 2016

DOMINGO XVI, T.O. (C)

Textos:

       Gén 18,1-10a
       Col 1,24-28
       Lc 10,38-42

Y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

A todos los huéspedes que llegan al monasterio recibidles como al mismo Cristo, pues él ha de decir: “Huésped fui y me recibisteis”. Y tribútese a todos el honor debido, en especial a nuestros hermanos en la fe y a los peregrinos”.

Así habla, os habla san Benito a vosotras, hermanas benedictinas, en el capítulo 53 de la Regla. El autor de la Carta a los Hebreos dice en términos inspirados a todos los miembros de la comunidad cristina: “Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles…” (Hb 13, 1-2).

Bien nos vienen a todos estas recomendaciones en estos meses de verano en los que las vacaciones, los viajes, el turismo, los encuentros y peregrinaciones dan lugar a acoger a tanta gente, y nos ponen también en situación de pedir posada y visitar a familiares, amigos y conocidos.

Bien nos vienen estas recomendaciones en una época en la que, a la vez que tenemos que protegernos de ataques terroristas salvajes y criminales, tenemos que templar los ánimos y discurrir con mente serena para encontrar solución a las demandas y a los derechos de los refugiados y emigrantes que llaman a nuestras puertas.

Recibid al huésped como a Cristo…”, “Abrahán, sin saberlo, hospedó a ángeles…”.
Creemos en Dios Padre, que nos ha creado a todos, hombres y mujeres, como criaturas suyas, y nos llama a ser y vivir como hijos suyos por la fe en Jesucristo.

De salida, el prójimo no es mi rival ni el que me hace la competencia, el prójimo es mi hermano. De salida, nosotros hemos recibido de Dios tantos bienes: la vida, la salud, la fe, la cultura, la educación, la preparación profesional; y además la capacidad de cultivarlos e incrementarlos no sólo para nuestro provecho y felicidad, sino para compartirlos con el prójimo, especialmente con el prójimo necesitado.

Recibid al huésped como a Cristo…”, “Abrahán, sin saberlo, hospedó a ángeles…”
Jesucristo se hace huésped y se hace invitar de Marta y María, para que Marta y María descubran su verdadera vocación y el sentido hondo de su vida. Jesucristo, esta mañana, se nos manifiesta como huésped, él llama a la puerta de nuestra conciencia, para que nosotros descubramos el verdadero sentido de nuestra vida, que nos planteemos para qué estamos en este mundo, qué hacemos aquí en esta sociedad convulsa y desnortada.

Lo más importante es escuchar a Dios, acoger y creer en Jesucristo, y, desde Dios, amar y servir al prójimo como a Cristo, porque es mi hermano. Jesucristo nos viene a decir que lo primero en mi vida no es buscar bienestar, seguridad y poder; sino cultivar los dones y talentos que se me han dado para compartirlos y dar lugar a que el prójimo y los menos favorecidos puedan llegar a disfrutarlos.

Hoy Jesucristo se manifiesta en la palabra como huésped, y pide que lo acojamos a él, y escuchemos atentos su buena noticia del Reino de Dios.


Pero hoy Jesucristo se nos manifiesta también como anfitrión, en la eucaristía, para darnos fuerza y ánimos a fin de que podamos desempeñar la tarea de recibir como a ángeles a los que nos piden de comer, y de acoger al prójimo como al mismo Cristo.