domingo, 3 de julio de 2016

DOMINGO XIV, T.O. (C)


Textos:

      -Is 66, 10-14c
      -Gal 6, 14-18
      -Lc 10, 1-12. 17-20

La mies es abundante y los obreros pocos…”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

En este primer domingo de Julio ya muchos habrán llegado al lugar elegido para disfrutar de sus vacaciones, otros, estarán planificando las que piensan realizar, algunos por el contrario no podrán ni pensar en vacaciones, porque la economía no se lo permite; en Pamplona, el ambiente tiene tonos sanfermineros.

En medio de este clima social, nosotros acogemos la llamada de la Iglesia y venimos a escuchar la Palabra de Dios: “La mies es abundante y los obreros pocos…”
La frase solemos referirla a la falta de sacerdotes, de misioneros y misioneras, de consagrados que se dedican plenamente a extender el evangelio y servir a la pastoral de la Iglesia.

Pero la observación de Jesús no la debemos aplicarla sólo a sacerdotes y personas consagradas, sino a todos los cristianos. Conviene tomar nota de lo que hemos escuchado en la primera frase del evangelio: “Designó el Señor a otros setenta y dos y los mandó por delante”. La cifra, 72, no es casual y tiene un significado simbólico y universal. La frase alude al capítulo 10 del Génesis y su significado viene a decir: Todos mis discípulos, no sólo los Doce, debéis salir y anunciar el Evangelio.

Somos creyentes y hemos recibido el bautismo para que en cualquier estado de vida y en toda circunstancia anunciemos a Jesucristo y mostremos lo bueno, humanizador y beneficioso que es el Evangelio para la sociedad y para el mundo.

El tiempo de verano da lugar a vivir situaciones nuevas, da lugar también a tratar con personas distintas de las habituales; en todas estas circunstancia debemos ser respetuosos, pero también, libres, sinceros y abiertos para expresar nuestra fe y nuestra manera de pensar. El primer modo, el más básico y también el más eficaz, es el testimonio, el buen ejemplo.

En un ambiente social paganizado, en el que escasamente se oye el nombre de Dios, y en que se vive en gran medida como si Dios no existiera, el simple hecho, por ejemplo, de un joven que llegada la hora, en medio de un grupo de amigos que conversan con él, dice: “Excusadme, vuelvo luego, pero es que es domingo y voy a misa”. Es muy chocante, pero sobre todo, es un gesto enormemente evangelizador.

Decir en una conversación que en casa se bendice la mesa, o que en los negocios debe prevalecer la honradez sobre el ganar dinero, o que tener en cuentas el evangelio de Jesús y las enseñanzas de la Iglesia ayuda mucho a tener ideas claras y contribuye a una sociedad mejor… Estos testimonios, y otros parecidos, son maneras de responder a la llamada de Jesús cuando dice: “La mies es abundante y los obreros pocos…” .

Y antes de terminar, debemos, honestamente también, terminar toda la frase que nos dice Jesús: “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”.

Es verdad, Dios pide nuestra colaboración, y quiere necesitar de nuestro granito de arena para hacer un mundo nuevo y un cielo nuevo. Pero, es gracia de Dios que los que no creen o los que han abandonado la práctica religiosa se conviertan a la alegría del evangelio; es gracia de Dios la vocación a ser sacerdotes, a consagrar la vida entera sólo a anunciar el evangelio o, los contemplativos y contemplativas, a orar por la expansión de la fe en Jesucristo y la llegada del Reinado de Dios.


Por eso, es importante que, además de todo, oremos, pongamos siempre nuestra confianza en Dios y le pidamos. Es lo que ahora hacemos en la eucaristía.