domingo, 7 de agosto de 2022

DOMINGO XIX T.O. (C)

-Textos:

            -Sab. 18, 6-9

            -Sal. 32, 1.12.18-22

            -Heb 11, 1-2. 8-19

            -Lc 12, 32-48

 

Porque donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”.

Las lecturas de hoy son un poco largas, sobretodo, el evangelio. A ver si logro ser breve, porque el calor  persistente que tenemos este verano no nos predispone  a pensar y hace más dificultosa la oración.

Pero no dejemos pasar las primeras palabras tan cariñosas que nos dirige Jesús: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, antes de pedirnos algo, siempre nos ofrece, nos da, algo suyo y mejor. Nos ofrece su Reino. El Reino de Dios, en su esencia, es el amor de Dios, tal como se nos presenta en Jesucristo. Esto quiere decir que, si creemos a Jesucristo y en Jesucristo, nosotros, criaturas frágiles y pecadoras, podemos amar como Dios nos ama, con el mismo amor con que nos ama, con un amor de calidad divina. El amor de Dios es un tesoro que vale más que las mejores vacaciones, y que la más grande y fabulosa fortuna de dinero, que puede haber en la tierra.

Recordamos todos la parábola: “El Reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra”.

Esto es el Reino verdadero, esto nos ha traído Jesús: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Pero, como hemos dicho, Dios primero nos da, pero después, siempre, nos pide a través de su Hijo Jesucristo.. Y os adelanto, que lo que Dios nos pide  es siempre lo mejor y lo más más conveniente para nosotros. Es la perla encontrada por la que merece venderlo todo.

¿Qué nos pide? “Vended vuestros bienes y dad limosnas;  haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, a donde no se acercan ladrones ni roe la polilla”.

A muchos de vosotros os habrá asaltado la decepción: “¡Pues vaya! ¿Quién se atreve con eso?, ¿quién se cree eso de verdad? ¿Quién puede hacerlo?”.

Una  respuesta para estos interrogantes nos viene de la boca de Jesús: “Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”.

No se hace estas preguntas, quien de alguna manera tiene a Jesucristo en el corazón; quien tiene la “experiencia de un encuentro personal con él”, como dice el papa Benedicto XVI. Jesucristo es esa perla por la que merece la pena venderlo todo.

Y para terminar, una recomendación más de Jesús: “Vosotros estad como los hombres que aguardan a que el señor vuelva”.

Un cristiano, un seguidor de Jesús, jamás  limita el horizonte de  su vida “de tejas abajo”, sino desde el suelo hasta el cielo. Desde el tiempo hasta la eternidad. “La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”