domingo, 11 de abril de 2021

DOMINGO II DE PASCUA

-Textos:

       -Hch 4, 32-35

       -Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24

       -1 Jn 5, 1-6

       -Jn, 20, 19-31

Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Segundo domingo de Pascua, domingo de la Misericordia:

La sociedad humana hoy y siempre necesita la misericordia para poder convivir y desarrollarse en paz y armonía. El papa san Juan Pablo II, que fue quien dispuso que este domingo se dedicara a la meditación y la acción de gracias por la misericordia de Dios con todos y con todo, dice que la justicia sola y estricta puede derivar en injusticia. Por eso la justicia necesita el bálsamo de la misericordia, para que pueda ser verdadera justicia. El papa Francisco, desde otra perspectiva nos ha dicho que para que las relaciones humanas sean verdaderamente humanas deberíamos todos poner en práctica tres palabras muy al alcance de todos y muy convenientes: permiso, gracias y perdón.

La misericordia es tener corazón para el mísero, para el necesitado, el pobre, el indefenso, el débil. La misericordia es una manifestación, la más humana y la más divina del amor. Dios es amor y misericordia, pero a nosotros, los humanos, nos cuesta mucho ser misericordiosos.

Todos, espontáneamente, tendemos a pensar que merecemos la compresión, la ayuda e incluso el perdón de los demás, pero, sin embargo, descuidamos ayudar al prójimo, nos desentendemos de las necesidades ajenas, y nos excusamos de pedir perdón. En el fondo, porque no resulta difícil perdonar.

La fe cristiana, sin embargo es fuente de misericordia. Porque creemos en un Dios que es amor y misericordia.

Recordamos todos la escena de la zarza ardiente, cuando Dios se manifiesta a Moisés y le dice: “He visto la opresión que padece mi pueblo en Egipto, he sentido compasión y voy a bajar a liberarlo”. Y bajó. “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para que todo el que cree en él se salve y tenga vida eterna”. Jesucristo es la manifestación suprema del amor y de la misericordia de Dios.

Dios es misericordioso para con nosotros los hombres y nos ha dada su propio Hijo. Y su Hijo ha mostrado un corazón humano y divino lleno de misericordia y de perdón. El murió perdonando a los que lo mataban: “Perdónales porque nos saben lo que hacen”. Y Jesús muere perdonando, y resucita ejercitando y ofreciendo la misericordia divina: Lo vemos en el evangelio de hoy: Aparece y sale al encuentro de sus discípulos, que están muertos de miedo; sale condescendiente al encuentro con Tomás que se resiste a creer, y, sobre todo, nos da su Espíritu Santo, para que en el mundo haya real y efectivamente perdón para los pecados: “Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”. Y más todavía: Jesucristo, el crucificado, el resucitado; vencedor de la muerte y del pecado, nos ha hecho hijos de Dios por el bautismo: “Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios”

Sí, hermanos todos: la fe cristiana es fuente de misericordia, y la Iglesia tiene capacidad de otorgar el perdón y la misericordia. Y cada uno de nosotros tenemos la capacidad y la responsabilidad de practicar el amor, el perdón y la misericordia. Hoy, domingo de la misericordia, demos gracias a Dios, por la misericordia que tiene con cada uno de nosotros, y pidamos la gracia de perdonar, si es preciso, al que nos hace mal, y además seamos testigos verdaderos y efectivos del perdón y de la misericordia de Dios con el hermano, con el pobre, con el enfermo, con el indefenso. “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”.