domingo, 23 de agosto de 2020

DOMINGO XXI T.O. (A)


-Textos:

       -Is 22, 19-23
       -Sal 137, 1-3. 6 y 8bc
       -Ro 12, 33-36
       -Mt 16, 13-20

Ahora yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hace calor y el coronavirus nos amenaza temiblemente, pero estos no son obstáculo para que nosotros hoy, domingo, vivamos la alegría de escuchar la palabra de Dios y participar en la eucaristía.

Hoy abrimos los ojos y los oídos para que no se nos escape ni una palabra de la respuesta que da Jesús a Pedro. Sin duda, para Pedro es un encargo, un nombramiento extraordinario, y para nosotros, seguidores de Jesús, una herencia preciosa: -“Ahora yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

En esta frase Jesucristo habla de dos realidades: habla de la Iglesia y habla de la función de Pedro en la Iglesia.

Jesucristo nos habla de la Iglesia, del nuevo pueblo de Dios, de la comunidad de seguidores suyos convocada y querida por él. Jesucristo, ya en su vida pública mostró la voluntad de reunir una comunidad que continuara su misión. Un encargo que hizo efectivo antes de subir a los cielos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”. Sí, Jesucristo, quiso la Iglesia, como anticipo del mundo nuevo, como sal y fermento en medio de la humanidad, como signo e instrumento del Reino de Dios que él anunciaba.

Pero en las palabras de Jesús a Pedro, Jesucristo nos dice algo más: La Iglesia, el nuevo pueblo de Dios no es una masa amorfa, sino una comunidad unida, que vive el amor y la comunión fraterna, que tiene un guía que preside, y en la que cada uno tiene su puesto y su misión. Por eso, se dirige a Simón y le dice “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… Te daré las llaves del Reino de los cielos…”.

Y tal como Jesús lo dijo en este momento de su vida pública, se cumplió después de su muerte y resurrección por obra del Espíritu Santo.

Pedro ya el día de Pentecostés habla en Jerusalén y convierte a cuantos le escuchan; y los demás discípulos con él anuncian con valentía y entusiasmo que Jesucristo ha resucitado. “Aquel día fueron agregadas unas tres mil personas”, dice el libro de los Hechos de los apóstoles.

Hermanos y hermanas: La Iglesia y el papa, dos instrumentos pensados y establecidos por Jesús, dotados con el don del Espíritu Santo: ¿Amamos a la Iglesia? ¿Amamos al papa? ¿Obedecemos sus consignas y enseñanza?

Nosotros somos Iglesia, en casa, en el trabajo, con los amigos, en sociedad ¿somos sal y fermento?, ¿somos testigos?

Después de la consagración estamos todos invitados a hacer esta súplica: “Dirige tu mirada, Padre Dios, sobre la ofrenda de tu Iglesia…, para que fortalecidos con el cuerpo y la sangre de Cristo, y llenos de su Espíritu Santo, formemos todos, un solo cuerpo y un solo Espíritu”