jueves, 15 de agosto de 2019

FESTIVIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA EN CUERPO Y ALMA A LOS CIELOS



-Textos:

       -Ap 11, 19ª; 12, 1.3-6ª. 10ab
       -Sal 44, 10-12ab. 16
       -1Co 15, 20-27a
       -Lc 1, 39-56

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy, y de muy buena gana, nos apropiamos de la canción de nuestra madre del cielo María, y cantamos y damos gracias precisamente por ella, por la fiesta que la Iglesia y desde los primeros siglos viene celebrando en Oriente y en Occidente, en la iglesia católica y en la ortodoxa, la fiesta de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos.

Es la fiesta que pone en evidencia la plenitud de gracia, de felicidad y de gloria que gozó nuestra madre del cielo y madre de Dios. Ella, llena de gracia, inmaculada y pura en su alma no podía experimentar corrupción alguna en su cuerpo. Así lo reconoce su Padre Dios y por los méritos de su Hijo Jesucristo, la eleva en cuerpo y alma a los cielos en el momento mismo de su muerte.

El misterio de la Asunción de María a los cielos es un triunfo de Jesucristo. “Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos”, nos ha dicho san Pablo. Y después de Cristo, es María, la primera que en cuerpo y alma sube a los cielos, demostrando así la fuerza y la eficacia de la obra de Cristo en favor de todos los hombres. Los efectos y beneficiosos resultados que la muerte y resurrección de Cristo han tenido en María, pueden tener lugar en nosotros y en todos los hombres. Dios quiere y Dios tiene previsto hacer con todos nosotros lo que ya ha hecho con su Madre y Madre nuestra María.

Por todo esto, la fiesta de la Asunción de María a los cielos, es una fiesta que nos llena a todos de esperanza.

La Virgen de la Asunción es la Virgen de la esperanza. María es profecía de nuestra resurrección. Ella es anuncio y anticipo del pueblo de Dios que llegará a la plenitud de la gloria futura.

¡Qué alentadora la primera lectura que hemos leído del Apocalipsis! Parece difícil de entender, pero es un retrato de la vida de la Iglesia, en este valle de lágrimas, que vivimos todos los creyentes. En medio del mundo actual el dragón, el demonio, sembrando el mal, atacando con toda su fuerza a la Iglesia y tratando de que el Hijo de Dios desaparezca del mundo. Pero Dios protege a la Iglesia que vive como en un desierto.

Al final, la Iglesia puede cantar un canto precioso y solemne de victoria: “Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo”. Y María, madre e hija de la Iglesia, es la primera beneficiaria del triunfo de Cristo y del Reinado de Dios.

No tengamos miedo, el mundo sufre, los cristianos sufrimos también en un mundo paganizado… No tengamos miedo, creamos en Cristo, pongamos los ojos del corazón en María, ascendida a los cielos, “vestida de sol, la luna por pedestal, coronada de doce estrellas”, y que se empape nuestra alma de esperanza y de ganas de vivir y luchar llenos de esperanza, por un mundo mejor.

Con toda la Iglesia, con los cristianos de Oriente y Occidente, católicos y ortodoxos, y también con los muchos pueblos de España y de Navarra que celebran sus fiestas patronales, celebremos la fiesta.

El canto que nos enseñó a cantar la Virgen: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” sea la melodía que de temple y tono a toda nuestra eucaristía.