domingo, 11 de noviembre de 2018

DOMINGO XXXII T.O. (B)



-Textos:

       -Re 17, 10-16
       -Sal 145, 7-10
       -Heb 9, 24-28
       -Mc 12, 38-44

”Esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Domingo treinta y dos del año litúrgico. Nos acercamos al final al final de este año litúrgico. Pero, hoy, además celebramos el “Día de la ayuda a la iglesia diocesana”.

Tenemos más conciencia de ser pertenecientes a una parroquia que a ser pertenecientes a una diócesis. La diócesis tiene mucha más importancia que la parroquia.

La diócesis es la Iglesia en un lugar o en un grupo de personas. La diócesis tiene todos los elementos esenciales que tiene la Iglesia universal. La parroquia es parte de la dióceis, pero la diócesis es más que parte de la Iglesia, es la Iglesia en esencia. Porque tiene todos los elementos esenciales que tiene la Iglesia.

En la diócesis tenemos al obispo, que nos pone en comunión con el Colegio apostólico, con el grupo de los Doce que convivió con Jesús y que Jesús puso como fundamentos del Nuevo Pueblo de Dios. El obispo, además, nos pone en comunión con la Iglesia universal, con la totalidad de comunidades diocesanas que se extienden por el mundo.

Esta naturaleza de la Iglesia diocesana que tiene todos los elementos propios de la Iglesia universal, nosotros sabemos, por ejemplo , que la misa que celebramos es la actualización de la “Última Cena" que celebró Jesús, en el primer Jueves Santo.

En la diócesis encontramos todas las fuentes de gracia que Jesucristo creo para la santificación de todos los que quisieran seguirle a través de todos los tiempos y en todos los lugares del mundo: El bautismo, la eucaristía, el sacramento del perdón, los demás sacramentos. La Palabra de Dios y, sobre todo, la pertenencia a la comunidad de seguidores de Jesús, animada por el Espíritu Santo.

Es preciso sentir y amar a la diócesis, y agradecerle tantos beneficios que tenemos gracias a ser nosotros miembros de la esta comunidad diocesana.

El “Día de la Diócesis” a veces lo planteamos sólo como ocasión para hacer una colecta económica a favor de ella. Pero, sobre todo, es para caer en la cuenta de los muchos bienes espirituales, que recibimos de ella.

La viuda que echa su limosna al cepillo del templo, si fue tan generosa es sin duda, porque confiaba mucho en Dios, y le estaba muy agradecida. Hoy se nos pide una limosna económica para sostener los gastos económicos que, evidentemente, supone el gobierno de nuestra comunidad diocesana. Pero seremos tanto más generosos en nuestra aportación, cuanto más convencidos estemos de los muchos y valiosos beneficios que recibimos por ser miembros pertenecientes a la comunidad de la diócesis de Pamplona.