domingo, 20 de mayo de 2018

DOMINGO DE PENTECOSTÉS


-Textos:

            -Hch 2, 1-11
            -Sal 103
            -1Co 12, 3b-7, 12-13
            -Jn 20, 19-23

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos  y les dijo:”Recibid el Espíritu Santo”.

Queridas hermanas y hermanos: De nuevo hoy, y gracias a la invitación de nuestra Madre, la Iglesia, celebramos una fiesta que nos llena de gozo, fortalece nuestro ánimo, nos libera de cualquier pesimismo y sostiene fundadamente nuestra esperanza. La fiesta de Pentecostés es plenitud y corona del tiempo Pascual, y el espíritu Santo, protagonista de esta fiesta, es el fruto granado de la Pascua de Jesús.

Dos notas sobresalen en el mensaje que nos proponen las lecturas de esta celebración: una, la valentía y el entusiasmo apostólico de los discípulos, y otra, la capacidad de comunicar y transmitir el mensaje que transmiten. Una y otra son fruto del Espíritu Santo.

Los discípulos estaban encerrados y llenos de miedo, sobreviene el Espíritu Santo y quedan transformados en testigos valientes y entusiasmados de Jesús; comienzan  a hablar las maravillas de Dios y se hacen entender por partos, medos, elamitas, gentes de Mesopotamia, de Judea y de Asia, propios y extranjeros.

El acontecimiento de Pentecostés sigue vigente y activo entre nosotros. El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo actúa  en el mundo, dentro y fuera de la Iglesia; pero de manera especial en la Iglesia. Es el alma de la Iglesia.

Ahí están, como muestra, los misioneros y las misioneras en los más pobres rincones del mundo, que saltan a los medios de comunicación como ángeles de amparo y socorro en tantas catástrofes y desgracias que ocurren; ahí están los monasterios de clausura, todos viviendo con entrega generosa la fidelidad a la llamada de Jesús y al carisma fundacional con la paz y el gozo que proporciona vivir desde Dios y cumplir su voluntad; ahí están  los nuevos movimientos de Iglesia pletóricos de esperanza, y  los equipos de catequistas  y de pastoral ofreciendo tiempo y esfuerzos desinteresados a las parroquias; ahí está nuestro papa, Francisco, que con su palabra y sus gestos, ofrece una imagen de la Iglesia  que llega a las periferias, a los alejados, y estimula a todos, sacerdotes y seglares, a demostrar con la palabra y con el ejemplo, testimonios atractivos y convincentes de la fe católica que profesamos.

Son muestras de la presencia activa del Espíritu Santo en medio de nosotros, y primicias del mundo nuevo que está surgiendo gracias a la victoria de Cristo Resucitado.

Junto a los puntos luminosos de la acción del Espíritu, son también patentes los puntos negros, a donde no llega y a donde es muy difícil hacer llegar la luz y la fuerza del espíritu.

La dificultad para comunicar el evangelio en un lenguaje inteligible y atrayente para la mentalidad y la cultura del mundo de hoy; la comunión afectiva y efectiva de todos los fieles con la iglesia, y una formación seria que sabe dar razón de la fe en los tiempos que vivimos… ¡Cuántos campos para la acción de los católicos y para la activa y responsable misión de todos, seglares, sacerdotes, diáconos, obispos y consagrados!

Ahí está el nuevo plan diocesano de pastoral, del que tenemos que informarnos y con el que tendremos que comprometernos.

El Espíritu Santo, que  infundió valor  a los primeros discípulos e hizo que el evangelio fuera entendido en todas las lenguas y culturas  de aquel tiempo es el mismo Espíritu que en este tiempo se nos da y vive entre nosotros.

Que la celebración de esta eucaristía reavive en nosotros la acción del Espíritu Santo que recibimos en el bautismo y en la confirmación.