domingo, 22 de abril de 2018

DOMINGO IV DE PASCUA (B)


-Textos:

       -Hch 4, 8-12
       -Sal 137, 1.8-9. 21-29
       -1 Jn 3, 1-2
       -Jn 10, 11-18

Yo soy el Buen Pastor”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos:

Ha irrumpido por fin la primavera y nuestros cuerpos agradecen el ambiente templado y hasta caluroso que en vuelve la atmósfera. Este bienestar no acalla preocupaciones y problemas del diario vivir de cada día: Los hijos que se presentan a oposiciones, los que dicen que se va a la carpa para un rato, la salud, el paso de los años; y otras de otro género: los pobres marginados, la violencia doméstica, los conflicto políticos, los escándalos de corrupción… Noticias que enfrían el clima templado de la primavera…

Pero venimos a la iglesia para celebrar el domingo y nos encontramos con unas lecturas llenas de buenas noticias: “Jesús es la piedra que vosotros desechasteis…; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”. “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues los somos...".

No alcanzamos a sentir del todo estas extraordinarias experiencias, pero llenan de sentido nuestra vida.

Pero todavía nos queda recoger la noticia central, el titular que las lecturas de hoy ponen en primera página: “Yo soy es buen pastor”. ¿Por qué él es buen pastor? -Porque da la vida por nosotros. Y nosotros, después de haber celebrado la pascua, sabemos muy bien que es verdad: Jesucristo murió, dio la vida por nosotros. “Apenas habrá alguien que dé la vida por un hombre de bien, alguno puede que la dé por un inocente; más la prueba de que Dios nos ama es que, siendo nosotros pecadores, Jesucristo murió por nosotros”. Sí, no hay prueba de amor mayor.

Jesucristo nos ama de verdad. Jesucristo es Buen Pastor además, porque nos conoce a cada uno personalmente, por nuestro propio nombre. “Yo conozco a las mías y las mías me conocen”. Es un conocimiento lleno de amor, y un amor verdadero, un amor que da la vida.

Y aún otro rasgo que deja ver el corazón grande y los sentimientos nobles que tiene Jesucristo, el buen Pastor: “Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voy, y habrá un solo rebaño y un solo pastor”. Nuestro Pastor bueno, Jesucristo, sueña con salvar a todos los hombres, al mundo entero.

Queridos hermanos todos: ¡Qué suerte tenemos de creer en Jesucristo! San Pablo grita en una de sus cartas “Sé muy bien de quien me he fiado”. Ciertamente, nos podemos fiar de Jesús. “Él es la luz del mundo”; “Quien le sigue no anda en tinieblas”. “Es el Buen pastor, que nos lleva por el sendero justo”.

Tengo otras ovejas que no son de este aprisco”. Esta frase que ya que revela los sentimientos de Jesús, es también para nosotros sus seguidores una encomienda. Nosotros tenemos que pensar en transmitir a otros estas buenas noticias del evangelio: a los que van por cañadas oscuras y caminos torcidos; a los que no han descubierto la riqueza, la luz y la alegría que reportan estas noticias para vivir bien y con sentido la vida.

Pensamos en los niños que van a hacer la primera comunión, en la riada de jóvenes que acudía el viernes a la carpa del deportivo; y en los jóvenes que van a recibir la confirmación. Y cuando nos hablan de conflictos políticos que nos turban o de escándalos que nos desmoralizan, oigamos las palabras de Jesús: “Tengo otras ovejas que nos son de este redil, a ellas también las tengo que traer”.

Llenémonos de esperanza, no perdamos la ilusión y anunciemos con convicción y coherencia: “Jesús es el Buen Pastor”,… Y llegará la primavera del cielo, y el verano divino con la cosecha de la vida eterna. Llegará un día en que “habrá un solo rebaño y un solo pastor”.