domingo, 13 de noviembre de 2016

DOMINGO XXXIII, T.O. (C)


Textos:

       -Mal 3, 19-20ª
       -Tes 3, 7-12
       -Lc 21, 5-19

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Quizás nos hemos sentido un poco turbados con buena parte de lo que se ha anunciado en el evangelio de hoy que va a suceder. Quizás también hemos pensado, que todo esto ya está sucediendo.

En realidad, el evangelio de hoy nos ayuda a leer el sentido de la historia, de nuestra historia personal, de la historia de la Iglesia, incluso de la historia de la humanidad. Es lo que debemos hacer continuamente, preguntar a Dios: ¿Qué sentido tiene la vida, la mía personal, la de todos? ¿Qué futuro nos espera? ¿Adónde vamos?

En el evangelio de hoy encontramos varias respuestas sobre estas cuestiones trascendentales para todos.

En primer lugar, en el trasfondo de todo el texto, se supone una afirmación importante, que escucharemos explícitamente el domingo que viene: Jesucristo, el Hijo del Hombre, volverá, al final de los tiempos. No sabemos cuándo ni dónde, pero esto no es la cuestión importante, porque, cuando llegue, todos lo reconoceremos sin dudar como Juez y Señor: nos juzgará en el amor y en la verdad de nuestras obras, y todo quedará transformado en un cielo nuevo y una tierra nueva.

El evangelio de hoy nos orienta, además, sobre la situación actual que estamos viviendo: catástrofes, terremotos, guerras, refugiados, emigrantes, persecuciones religiosas, hambre, enfermedades, injusticias consentidas que claman al cielo…

Jesús sale al paso y nos dice: “No sintáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero…” Y nos hace la primera recomendación: “Cuidado, que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre". Jesús se refiere aquí a los falsos profetas, que anuncian que el fin del mundo está ya a la puerta y en poco tiempo, y que, por otra parte, inducen a la gente a buscar la felicidad en ídolos falsos, al margen de Dios.

Un escritor cristiano ha hablado del consumismo como de una religión, sustitutoria y falsa, pero cautivadora: “Va imponiéndose, dice, el consumismo como una religión; es la gran religión de nuestro tiempo. Posee sus grandes catedrales (las grandes superficies), con sus dioses particulares y devociones (las modelos, los artistas; ir a la moda, las marcas), tiene sus días y momentos de culto (el fin de semana, ir de compras). Toda una liturgia montada sobre el dinero y la necesidad de dinero, con el incienso que surge de la riqueza”.

El consumismo, para muchos, es la falsa religión adormidera de la fe cristiana. Jesucristo nos advierte: “Cuidado, que nadie os engañe”.Y nos propone dos consignas:

Primera: “Confiad en Dios. “Porque hasta los cabellos de vuestras cabezas están contados”. Dios, Padre de misericordia, cuida de vosotros. Él os guarda, o defiende; confiad en él, hasta el punto de no preocuparos de vuestra defensa, en la persecución. Él os ha dado el Espíritu Santo, el Defensor divino, su Espíritu. Confiad en Él”.

Segunda consigna: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Firmes en la fe; ni miedo, ni dudas. “Yo volveré. Vencedor de la muerte y el pecado volveré, como Juez y Señor de la historia. Y, entre tanto, me tenéis presente en la eucaristía y de otros muchos modos. Porque: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.