Salmo 88 (87)

¿Señor, por qué me escondes
tu rostro?
Salmo de súplica. Individual.

Tema


Un israelita que se encuentra muy afligido, acude a Dios. Enfermo, próximo a la muerte, sin ninguna ayuda, vive en una intensa oscuridad. La culpa de esta situación no les imputa a los enemigos: La mano de Dios maneja la vida del salmista A través de los razonamientos, la vida del salmista no tiene salida, pero le basta, en lo que se refiere a esa situación, tutear a Dios directamente. Es la oración del Viernes Santo, pero sabe también que abandonándose a las manos de Dios no terminará mal: “Señor, Dios mío” (2). El salmo termina sin la respuesta de Dios, pero salmista ha percibido en el silencio de la fe la respuesta de Dios. Quisiera preparar un lugar a Dios en su silencio interior. También Abrahán subió en silencio al monte Moria, ¡pero qué fe en su interior! Los primeros cristianos acogieron este salmo como la oración de Cristo en la Pasión. La Resurrección de Cristo es para nosotros la verdadera respuesta de Dios.
  2-3: En la angustia clama a Dios.
  4-10: El salmista expone su situación angustiosa.
11-13: Después de muerto no se puede alabar a Dios. Recordando esto, el salmista desea alcanzar la ayuda de Dios en este mundo.
14-19: De nuevo le cuenta a Dios su desgracia.

Salmo


  2 Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
     de noche grito en tu presencia;

  3 llegue hasta ti mi súplica,
     inclina tu oído a mi clamor.

  4 Porque mi alma está colmada de desdichas,
     y mi vida está al borde del abismo;

  5 ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
     soy como un inválido,

  6 tengo mi cama entre los muertos,
     como los caídos que yacen en el sepulcro,
     de los cuales ya no guardas memoria,
     porque fueron arrancados de tu mano.

  7 Me has colocado en lo hondo de la fosa,
     en las tinieblas del fondo.

  8 Tu cólera pesa sobre mí,
     me echas encima todas tus olas;

  9 has alejado de mí a mis conocidos,
     me has hecho repugnante para ellos:
     encerrado no puedo salir
     y los ojos se me nublan de pesar.

10 Todo el día te estoy invocando,
     tendiendo las manos hacia ti.

11 ¿Harás tú maravillas por los muertos?
     ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

12 ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
     o tu fidelidad en el reino de la muerte?

13 ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla
     o tu justicia en el país del olvido?

14 Pero yo te pido auxilio,
     por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.

15 ¿Por qué, Señor, me rechazas
     y me escondes tu rostro?

16 Desde niño fui desgraciado y enfermo,
     me doblo bajo el peso de tus terrores,

17 pasó sobre mí tu incendio,
     tus espantos me han consumido:

18 me rodean como las aguas todo el día,
     me envuelven todos a una.

19 Alejaste de mí amigos y compañeros:
     mi compañía son las tinieblas.

Palabras clave


Súplica: Grito (2), mi súplica (3.14), mi clamor (3), te estoy invocando (10), te pido auxilio (2.14), tendiendo las manos (10).
- Aflicción: Mi alma está colmada de desdichas (4), mi vida está al borde del abismo (4), me cuentan con los que bajan a la fosa (5), tengo mi cama entre los muertos (6), desde niño fui desgraciado y enfermo (16), mi compañía son las tinieblas (19).
- Esperanza: Señor, Dios mío (2), tu misericordia (12), tu fidelidad (12).

La luz del Nuevo Testamento


“¡Abba! ¡Padre!: tú lo puedes todos, aparta de mí este trago, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14, 36).
“¡Demos gracias a Dios que nos ha dado la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! Por consiguiente, queridos hermanos, estad firmes e inconmovibles, trabajando cada vez más por el Señor, sabiendo que vuestras fatigas como cristianos no son inútiles” (1 Cor 15, 57- 58).
“Sostengo además que los sufrimientos del tiempo presente son cosa de nada comparados con la gloria que va a revelarse reflejada en nosotros” (Rom 8, 18).

Oración


Dios, salvador nuestro,
tus planes son admirables.
Tú conoces nuestros cansancios y dificultades.
Muchas veces tenemos nuestro interior,
sumido en la oscuridad.
Envíanos la luz que enviaste a tu Hijo
el día de su Resurrección,
y haz que amemos nuestra vida de cada día
a pesar de sus oscuridades
y que aprendamos, a semejanza de Jesucristo
a esperar tu salvación sin cansarnos
permaneciendo en el silencio interior.