Salmo 133 (132)

Ved: qué dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos.
Salmo sapiencial.
Catorceavo de los salmos de subida.


Tema


El tema de este salmo es la unión entre los hermanos. Quiere celebrar la felicidad que supone la unión (1-3). Esa unión es una gracia que viene de Dios (2-3ª). Una bendición de Dios.
Los peregrinos que venían a Jerusalén de los pueblos lejanos sabían acogerse mutuamente, y celebraban la alegría de esa unión. También las celebraciones litúrgicas eran adecuadas para fortalecer esta unidad.
Hoy, para los que vivimos en comunidades cristianas, el meollo de este salmo nos parece algo lejano del modo de nuestro vivir diario. Sin embargo, rezando este salmo, fortalecemos nuestro espíritu con nueva vida, y se renuevan nuestros lazos del amor que viene de Dios, porque esperamos la plena fraternidad de la nueva Jerusalén.
1: Felicidad de la fraternidad.
2-3a: Hoy a nosotros no nos parece muy adecuada la imagen del ungüento que baja por la barba del Sumo Sacerdote. Pero en aquel tiempo, para los judíos, el gozo que producía esa unción era algo grande. En cambio, la imagen del rocío de la mañana, nos resulta adecuada también hoy, para experimentar la dicha que proviene del vivir unidos.
3b: A través de esa fraternidad viene la bendición al pueblo.

Salmo


1 Ved: qué dulzura, qué delicia,
   convivir los hermanos unidos.


2 Es ungüento precioso en la cabeza,
   que va bajando por la barba,
   que baja por la barba de Aarón
   hasta la franja de su ornamento.


3 Es rocío del Hermón que va bajando
   sobre el monte Sión.

   Porque allí manda el Señor la bendición:
   la vida para siempre.


Palabras clave


- Felicidad de la fraternidad: Qué dulzura y qué delicia (1), como ungüento precioso (2), como rocío del Hermón (3), bendición (3), la vida para siempre (3).


La luz del Nuevo Testamento


“Que sean todos uno, como tú Padre estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros” (Jn 17, 21).
“El consagrante y los consagrados son todos del mismo linaje. Por esta razón no tiene él reparo en llamarnos hermanos” (Heb 2, 11).
“Amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios” (1 Jn 4, 7).
“En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros” (Jn 13, 35).
“Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de María, la madre de Jesús, y sus parientes. Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar” (Hch 1, 14; 2, 1).
“Después de esto, apareció en la visión una muchedumbre innumerable de toda nación y raza, pueblo y lengua; estaban de pie ante el trono y ante el Cordero, vestidos de blanco y con palmas en la mano” (Ap 7, 9).


Oración


Padre nuestro,
nos has manifestado por medio de tu Hijo Jesucristo
cuán agradable y hermosa es
vuestra unión de la vida Trinitaria,
y Cristo no se avergonzó
de llamarnos hermanos.
Haz que no desaparezca entre nosotros
el amor mutuo,
para que nos mostremos
como imitadores de Jesús,
y seamos luz del mundo.