Salmo 105 (104)

Se acuerda de su alabanza
eternamente.
Salmo de alabanza.

Tema


Este salmo recuerda las obras admirables que hizo Dios en la historia de Israel, comenzando desde Abrahán hasta que les entregó el territorio de Canaán. Nos pone ante los ojos la lealtad de Dios, invitándonos a alabar a Dios. El pueblo de Israel recordaba estos hechos de Dios, lleno de gozo, en sus celebraciones litúrgicas. El pueblo de Israel sabía celebrar su fe en la liturgia (Dt 26, 5-10), y al mismo tiempo, renovaban también la obligación de responder a Dios, recodando y celebrando su lealtad. Hoy vemos con mayor evidencia que los salmistas la lealtad de Dios, los que tomamos parte en el misterio de Cristo y en sus Sacramentos, y también debe ser más plena ahora nuestra oración de alabanza.
    1-6: Invitación a alabar a Dios.
    7-41: Recuerda las hazañas extraordinarias de Dios alabando de corazón su lealtad.
    7-11: Recuerda la alianza hecha con los padres: que les entregaría el territorio de Canaán.
  12-15: También en país extranjero Dios protegió a su pueblo.
  16-22: En la vida de José también se manifiesta la mano de Dios.
  23-27: El pueblo de Israel en Egipto. La misión de Moisés y de Aarón.
  28-36: Las plagas que envió Dios contra Egipto.
  37-41: Los hazañas de Dios, en la salida de Egipto y el desierto.
  42-45: Final. La lealtad de Dios y la obligación de responderle.

Salmo


  1 Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
     dad a conocer sus hazañas a los pueblos;

  2 cantadle al son de instrumentos,
     hablad de sus maravillas;

  3 gloriaos de su nombre santo,
     que se alegren los que buscan al Señor.

  4 Recurrid al Señor y a su poder,
     buscad continuamente su rostro.

  5 Recordad las maravillas que hizo,
     sus prodigios, las sentencias de su boca.

  6 ¡Estirpe de Abrahán, su siervo,
     hijos de Jacob, su elegido!

  7 El Señor es nuestro Dios,
     él gobierna toda la tierra.

  8 Se acuerda de su alianza eternamente,
     de la palabra dada, por mil generaciones;

  9 de la alianza sellada con Abrahán,
     del juramento hecho a Isaac,

10 confirmado como ley para Jacob,
     como alianza eterna para Israel:

11 «A ti te daré el país cananeo,
     como lote de vuestra heredad».

12 Cuando eran unos pocos mortales,
     contados, y forasteros en el país,

13 cuando erraban de pueblo en pueblo,
     de un reino a otra nación,

14 a nadie permitió que los molestase,
     y por ellos castigó a reyes:

15 «No toquéis a mis ungidos,
     no hagáis mal a mis profetas».

16 Llamó al hambre sobre aquella tierra:
     cortando el sustento de pan;

17 por delante había enviado a un hombre,
     a José, vendido como esclavo;

18 le trabaron los pies con grillos,
     le metieron el cuello en la argolla,

19 hasta que se cumplió la predicción,
     y la palabra del Señor lo acreditó.

20 El rey los mandó desatar,
     el señor de pueblos le abrió la prisión,

21 lo nombró administrador de su casa,
     señor de todas sus posesiones,

22 para que a su gusto instruyera a los príncipes,
     y enseñase sabiduría a los ancianos.

23 Entonces Israel entró en Egipto,
     Jacob se hospedó en la tierra Cam.

24 Dios hizo a su pueblo muy fecundo,
     más poderoso que sus enemigos.

25 A estos les cambió el corazón
     para que odiasen a su pueblo,
     y usaran malas artes con sus siervos.

26 Pero envió a Moisés su siervo,
     y a Aarón su escogido:

27 que hicieron contra ellos sus signos,
     prodigios en la tierra de Cam.

28 Envió la oscuridad y oscureció,
     pero ellos resistieron a sus palabras;

29 convirtió sus aguas en sangre,
     y dio muerte a sus peces;

30 su tierra pululaba de ranas,
     hasta en la alcoba del rey.

31 Ordenó que vinieran tábanos
     y mosquitos por todo el territorio;

32 les dio en vez de lluvia granizo,
     llamas de fuego por su tierra,

33 e hirió higueras y viñas,
     tronchó los árboles del país;

34 ordenó que viniera la langosta,
     saltamontes innumerables,

35 que roían la hierba de su tierra,
     y devoraron los frutos de sus campos.

36 Hirió de muerte a los primogénitos del país,
     primicias de su virilidad.

37 Sacó a su pueblo cargado de oro y plata,
     y entre sus tribus nadie tropezaba;

38 los egipcios se alegraban de su marcha,
     porque los había sobrecogido el terror.

39 Tendió una nube que los cubriese,
     y un fuego que les alumbrase de noche.

40 Lo pidieron, y envió codornices,
     los sació con pan del cielo;

41 hendió la peña y brotaron las aguas,
     que corrieron en ríos por el desierto.

42 Porque se acordaba de la palabra sagrada
     que había dado a su siervo Abrahán:

43 sacó a su pueblo con alegría,
     a sus escogidos con gritos de triunfo.

44 Les asignó las tierras de los gentiles,
     y poseyeron las haciendas de las naciones:

45 para que guarden sus decretos,
     Y cumplan su ley.
    ¡Aleluya!

Palabras clave


- Las hazañas de Dios: Dad a conocer sus hazañas a los pueblos (1), hablad de sus maravillas (2), sus prodigios, las sentencias de su boca (5), su alianza eternamente (8), de la palabra dada (8), el juramento (9).
- Alabanza: Dad gracias al Señor (1), invocad su nombre (1), dad a conocer sus hazañas a los pueblos (1), cantadle (2), hablad de sus maravillas (2), gloriaos de su nombre santo 3), que se alegren (3), recordad las maravillas que hizo (5).
- Fidelidad del hombre: Recurrid al Señor (4), buscad continua-mente su rostro (4), guardad sus decretos (45), cumplid su ley (45)

La luz del Nuevo Testamento


“En Jesucristo se ha pronunciado el «sí» a todas las promesas de Dios” (2 Cor 1, 20).
“Aferrémonos a la esperanza inamovible en la fe que profesamos, pues fiel es quien hizo la promesa” (Heb 10, 23).
“Así corona su fidelidad a nuestros padres, recordando su santa alianza” (Lc 1, 72).
“Nuestros padres comieron el maná en el desierto;  así está escrito: «Les dio a comer pan del cielo». Entonces Jesús les repuso: No fue Moisés quién os dio pan del cielo; es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo” (Jn 6, 31-32).
“Cada uno los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua” (Hch 2, 11).

Oración


Recuerdas, Señor,
la alianza que hiciste con Abrahán.
Por medio de la Nueva Alianza de tu Hijo
también hoy estás liberando al pueblo
de la oscuridad del pecado,
protegiéndolo bajo la nube de tu amor,
iluminándolo con el fuego del Espíritu Santo
y saciándolo con el verdadero pan del cielo.
Te alabamos por estas obras admirables,
y haz que guardemos siempre tus mandatos.