Introducción a la oración de los salmos

La palabra “oración” suena mucho hoy en día en nuestro mundo. Unos para atacarla, otros para reclamarla. A pesar de la crisis de los valores humanos y religiosos, la mutación cultural que vivimos ha despertado algo que podríamos llamar hambre de experiencia interior, hambre de oración, búsqueda de interioridad, algo que la experiencia de la droga y del placer no puede satisfacer. Muchos jóvenes, en su búsqueda, van a Taizé, donde oran con los hermanos y viven la experiencia de la oración, que los plenifica. Otros jóvenes buscan el silencio y el retiro de los monasterios para realizar esa experiencia.

Nosotras, desde nuestra experiencia de oración en el monasterio, queremos ofrecer el método de oración de los salmos. Pensamos que el hombre y la mujer de hoy en día pueden beber en la fuente de los salmos la fuerza y el consuelo que necesitan. Para ello, en primer lugar ofrecemos una breve introducción al salterio, nociones generales que pueden servir tanto para el uso de los salmos en la recitación privada como en la recitación litúrgica. Y después daremos unas llaves de lectura para cada salmo.

Recordamos desde el comienzo que no hemos buscado hacer un trabajo exegético para especialistas. De esos trabajos hay muchos. Lo que deseamos es que el lector o la lectora de los salmos busque la experiencia oracional que experimentaron los salmistas. Al comentar el salmo, queremos indicar el camino, que a nuestro parecer, conduce a esa experiencia. Pero hay que decir claro que no basta leer el salmo según la letra del Antiguo Testamento. Un salmo no es un documento arqueológico, y será salmo en la medida en que despliega toda su fuerza vital, oracional, en la medida en el Espíritu lo reza de nuevo en nosotros y desde nosotros, en la medida en que lo vivamos en las nuevas circunstancias de cada día.

Sabemos bien que la oración ha sido sembrada en nuestro corazón el día de nuestro bautismo. Somos capaces de decir: “Abba” a Dios (Rm. 8, l5-l6). Pero nuestro corazón duerme, y es necesario despertarlo para que la oración sea auténtica. Para ello en los salmos tenemos un medio extraordinario. Los salmos interpelan el corazón, y hacen que la semilla de la oración crezca, se desarrolle y dé fruto abundante.

Recordamos también desde el principio que en nuestra exposición, para mayor claridad, utilizaremos la numeración hebrea de los salmos, y no la numeración de la Vulgata que utilizamos en la liturgia. Pero el texto de los salmo es el que utilizamos en la liturgia.

Para que el lector o la lectora tenga una visión panorámica de los salmos, le invitamos a que se haga unas preguntas, y encuentre unas bases de apoyo. Le proponemos algunos ejemplos:

¿Por qué recurrimos a los salmos en nuestra oración cristiana cuando hay otros muchos métodos de oración?

Recordaré tres razones:
  1. En primer lugar, porque son oraciones que expresan la experiencia humana y religiosa del pueblo de la alianza. No son oraciones que ha compuesto un intelectual en su habitación. Son oraciones que han nacido y madurado en la historia de un pueblo. Son la experiencia apasionante del pueblo de Israel con quien Dios ha pactado la alianza. Diciendo hoy los salmos, conectamos con la experiencia de tantos siglos de fe que ha vivido el pueblo escogido en clima de alianza.Por lo mismo, más que buscar quién es el autor de los salmos, hoy en día se prefiere decir que han tenido origen en la vida del pueblo escogido en un período de ochocientos años (mil años antes de Cristo hasta dos cientos antes de Cristo). En este período, el pueblo escogido ha sabido descubrir las intervenciones maravillosas de Dios (la creación, la elección, la liberación de Egipto, la liberación de Babilonia, el templo…), y la oración ha consistido en celebrar esas intervenciones de Dios. Este es el primer paso en la oración del pueblo escogido: escuchar y responder a las intervenciones de Dios. En esta oración Dios tiene la iniciativa.Por eso, fácilmente comprendemos que los salmos contienen un diálogo entre Dios y el hombre, entre Dios y la humanidad. Entre Dios que revela poco a poco su deseo de amar y comunicar su vida, y entre el hombre que busca el sentido de su vida. En ese ambiente de alianza-diálogo, los salmistas tienen tal confianza en Dios a quien han descubierto en la historia, que son capaces de decirle toda su vida: la experiencia de dolor, de gozo, de la enfermedad, del pecado, del perdón, la experiencia de luchas y derrotas, la experiencia de salvación, de injusticias, de pobreza. De esta manera, su vida se encuentra convertida en oración: dicen su vida al Dios de la alianza. Los salmistas sabían unir la oración y la vida.
  2. Cristo ha orado con los salmos. Nos interesa el hecho de que Cristo orara con los salmos, pero nos interesa también cómo los interpretaba. Y esto lo encontramos en los Evangelios ( Mt 26,38; 27,46; Lc 23,46; 24,44-46). Jesús ha sabido expresar sus sentimientos más profundos y su vida entera al Padre con los salmos. Son poemas antiguos, pero con fuerza para expresar la vida de Jesús, su relación con el Padre, su amor, su entrega por los hombres. Jesús ha asumido al encarnarse, toda la historia de la humanidad, también los salmos de Antiguo Testamento, y les ha dado un sentido nuevo, pleno, cristiano.
  3. Para nosotros, decir los salmos es proclamar el misterio salvador de Cristo, es hacer nuestra la vida y la oración de Cristo. He aquí lo que dice un autor francés: “Los salmos nunca son tan verdaderos como cuando los dice Jesús: en la boca y en el corazón de Jesús. Desde entonces, orar con los salmos es asociarnos a la gran voz de Jesús y a la voz de la Iglesia y a la voz de toda la humanidad. Nunca se está solo cuando se ora con los salmos” (M. Hubaut).
Los salmos son poemas inspirados, llenos de la fuerza del Espíritu Santo. Los salmos han nacido, hemos recordado, en unas circunstancias concretas del pueblo escogido, para expresar la experiencia humana y religiosa de un pueblo. Pero esta experiencia y este lenguaje estaban orientados por el Espíritu Santo para preparar la llegada de Cristo y su oración. Y Cristo ha confiado a la Iglesia aquel Espíritu que orientó su vida y su oración. Hoy el Espíritu está actuando desde dentro para que los salmos sean oración de los cristianos y de la Iglesia. El Espíritu actuaba no sólo cuando se compusieron los salmos, sino también ahora cuando se dicen.

He aquí las palabras de un comentarista de los salmos (M.F.Berrouard):
"Como todo el resto de las Escrituras, los salmos son Palabra de Dios, porque son obra del Espíritu Santo que los ha inspirado. Dios nos ha dado todo: no sólo nos ha llamado a su amistad y nos ha dado la gracia de responderle voluntariamente a su llamada, sino que además nos da las palabras que expresan esta amistad, las palabras que cantan esta dulzura, que nos hacen amarla, y que además alaban a Dios por habérnosla dado. Pero hay que afirmar con esa misma fuerza y con esa misma verdad, que estas palabras del Espíritu son también nuestras palabras, porque lo que dicen es nuestra miseria, nuestra debilidad, nuestras peticiones, nuestra alabanza y nuestra acción de gracias".

¿Qué convendría saber para orar con los salmos?

Una vez que hemos visto los valores positivos de los salmos para la oración, es útil recordar también algunos elementos que conviene conocer para adentrarnos en su oración. Un obrero necesita conocer los instrumentos de trabajo para que pueda realizar una obra buena. No haré más que enumerar los elementos que me parecen más importantes.
  1. La oración del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Hay que tener en cuenta que la oración es el elemento central de la vida del pueblo escogido: es como la espina dorsal de su historia. Israel ha tenido grandes orantes: Abrahan, Moisés, David, Daniel, Isaias…Los salmos han nacido en este ambiente oracional, y es útil analizarlo.
  2. Unidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Los planes salvíficos de Dios han empezado en el Antiguo Testamento y continúan en el Nuevo. Es como una línea que empieza en la eternidad, se va desarrollando en la historia de la humanidad y tendrá un día su culminación en la eternidad, en la escatología. En el centro de la historia salvífica está Cristo: antes de Cristo, todo tiende a El, y después de Cristo, todo es prolongación de la obra de Cristo en la Iglesia. Los salmos celebran y convierten en oración esta historia.
  3. Poesía y lenguaje de los salmos. Los salmos no son lecturas, ni preces compuestas en prosa, sino composiciones poéticas. El principio general es que el poeta no pretende comunicar en primer lugar ideas, sino su experiencia: quiere hacer experimentar a otros lo que él ha experimentado. De ahí la importancia de considerar los salmos en su naturaleza poética. El lenguaje de los salmos no es informativo, sino afectivo: comunica una experiencia.
La interpretación de los salmos en la tradición cristiana. Habría que recordar los métodos que han utilizado Cristo y los primeros cristianos en la interpretación de los salmos. Se pueden resumir en cuatro apartados:
  1. Los salmos hablan de Cristo: son profecías de Cristo salvador (Lc 24,44; Sal 110).
  2. Los salmos, oración de Cristo al Padre: es el método más usado después de S. Agustín (Sal 22).
  3. Los salmos, oración dirigida a Cristo. Es la señal de que los cristianos consideran a Cristo como Dios, al dirigir a Cristo los salmos que en su origen eran dirigidos a Jahvé (Ef 4,8; Sal 68,19).
  4. Los salmos como enseñanza. Son leídos como Palabra de Dios que contiene alguna enseñanza para la vida cristiana.
Se pueden escuchar como voz de Cristo a la Iglesia (Sal 78).

Dificultades para orar con los salmos. S. Benito en su Regla (19,7) nos dice que al rezar los salmos, la voz debe concordar con el corazón. Pero ¿cómo podemos estar de acuerdo cuando hablan de enemigos a quienes hay que eliminar? (Sal 55; 59; 83; l09). Se trata de los salmos imprecatorios. Nadie está obligado a decirlos. En la liturgia están suprimidos los más duros. Pero tienen su sentido, si los entendemos bien.

Quisiera recordar aquí lo que dice J. Aldazabal de estos salmos: “El lenguaje de los salmos resulta difícil de asimilar para algunos salmos, por sus peticiones de venganza y castigo y sus expresiones duras. Pero también esta dificultad es superable. Lo que hace falta es leerlos desde la clave justa, que es también aquí por una parte la de Cristo y la del hombre.

El mal sigue existiendo en nuestro mundo: el mal organizado, el de los cínicos y canallas, que es contra los que protesta el salmista, los que luchan contra la causa de Dios y la del pueblo escogido. Ahora bien, Dios no quiere el mal, así como Cristo tampoco lo quería.. ¿ Por qué un cristiano no puede expresar en su oración su repulsa contra el mal, su protesta contra las injusticias que sufren tantos hombres en nuestra sociedad, solidarizándose a la vez con el salmista, con Cristo y con todo el que sufre en nuestra generación por culpa de la mala voluntad de otros?

Si los salmos retratan la vida, es lógico que no callen el mal que existe. Si un cristiano ora con los salmos, es lógico que asuma la misma tensión en el rechazo del mal… Y estos salmos son muy adecuados para un cristiano. Nos comprometen, nos ayudan a ser solidarios con el hombre. En el fondo están poniendo en palabras unas experiencias muy duras, y nos invitan a hacer nuestras: con amor, pero con fuerza. Por eso, un cristiano diciendo estos salmos, está diciendo el mal en presencia de Dios, como una especie de exorcismo lleno de fe. Confiesa que el vencedor del mal es Dios. El hombre es impotente. Y a la vez, esta oración se convierte en compromiso de lucha por la causa del bien”.

Pasos en el camino de la personalización de los salmos

Después de presentar hasta ahora unas nociones generales de los salmos, queremos recordar a continuación el camino que intentaremos recorrer en cada salmo para llegar a la experiencia personal de la oración del salmo. Es un camino progresivo en varias etapas, a recorrer despacio, con calma, invitando al Espíritu que nos acompañe. He aquí el esquema de este recorrido:
  1. El título del salmo. A cada salmo ponemos un título, un breve texto tomado del salmo. No da el mensaje completo del salmo, pero sí uno de sus aspectos importantes. Es un paso para empezar a sumergirnos en la oración del salmo.
  2. El género literario. Es una llamada a la atención. Ayuda el conocer a qué género literario pertenece el salmo. No es lo mismo orar un salmo de acción de gracias y un salmo penitencial. Los especialistas no están de acuerdo en la clasificación de cada salmo. En los comentarios de los especialistas se pueden encontrar más detalles sobre esto.
  3. El tema del salmo. Presentamos también el ambiente general de la composición del salmo: cómo nació el salmo, su estructura, su historia. Este apartado es necesario para sumergirse en la oración del salmo. Llegados hasta aquí, podemos ya con estos elementos hacer la primera lectura del salmo. Todo lo que precede es para realizar esta primera lectura, y los elementos que siguen son para prolongar y profundizar esta primera lectura.
  4. Las palabras “clave”. No es suficiente conocer intelectualmete los temas y el mensaje del salmo, tal como se hace en la primera lectura. Todo eso debe llegar al corazón, y debe empezar a vivir en el orante. Para ello, los monjes antiguos tenían una práctica llamada “ruminatio”: decir, repetir sin cansarse las palabras y las frases del salmo hasta que se conviertan en carne del orante y se adueñen de su corazón. Este ejercicio de rumiar el texto, es un trabajo que debe hacer cada uno, y al final es bueno quedarse con una frase o una palabra que ha llamado la atención. Las palabras “clave” son para ayudar a ello. Sería la segunda lectura del salmo.
  5. La luz del Nuevo Testamento. Tenemos aquí un paso importante: la palabra y los salmos del A.T. encuentran su plenitud en Cristo, sobre todo en su resurrección. Al decir hoy los salmos, tanto en la oración privada como en la celebración litúrgica, celebramos el misterio de Cristo, anunciado en el A. T. ,realizado en la vida de Cristo, y que se prolonga hoy en la Iglesia y en la vida de cada cristiano. Eso quieren expresar las citas del N. T. que ponemos. Sería la tercera lectura del salmo.
  6. La oración final. Es el último paso, pero no el menos importante, la cuarta lectura: convertir en una oración breve todo lo que hemos madurado hasta ahora del salmo. La Palabra de Dios, el salmo leído y rumiado ha ido quitando del corazón del orante la losa que cubría la fuente de la oración, y ahora puede brotar la oración espontáneamente. Es la misma oración del salmo, pero que ha pasado por el corazón del orante. Salmo de composición antigua, pero, expresado ahora con palabras y un corazón renovados. Es el método que utilizaban los monjes antiguos.